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Postales de Texas: iglesias

En Texas proliferan las iglesias. Bautistas, luteranas, católicas, de Cristo, de los Santos de los Últimos Días, y cualquier otra variante que exista. En cuanto a arquitectura, hay desde la clásica revestida de machimbre blanca con una torre hasta las iglesias para cowboys que parecen un establo. Y no nos olvidemos de las que parecen estadios para cientos de personas y sermones olímpicos.

En uno de nuestros road trips por Texas pasamos por Mineral Wells. Un pueblo alguna vez próspero gracias a sus aguas termales, hoy está casi abandonado. En medio de la desolación, se erige una iglesia blanca, Church of God of Prophecy (Iglesia de Dios de la Profecía).

No conocía esa confesión cristiana, una más para la lista. La impresión que me dio, con las puertas y ventanas cerradas, fue la de ser puro fire and brimstone*, como dicen acá. Me imaginé un pastor con la cara colorada y transpirada de tanto gritar sus amenazas de los tormentos del infierno para los pecadores.

Y un Dios vengativo e inclemente que tiene a los feligreses muertos de miedo por la salud de sus almas. Por las dudas, colaboran con un diezmo que apenas pueden permitirse pero que al pastor le alcanza para un traje de medida y zapatos de cuero italiano.  


La religión ocupa un lugar preponderante en la vida de la mayoría de los texanos. Ese fue uno de los primeros choques culturales que viví. Para mí, la religión es algo personal y privado. Acá la gritan a los cuatro vientos. También influye en muchas decisiones políticas. A veces pareciera que no existe una clara división entre Estado e Iglesia.

El domingo a la mañana la gente va a la iglesia y después a tomar el brunch o almorzar. Los hombres y chicos de traje y las mujeres y chicas con vestidos elegantes y zapatos de taco. Nosotros aprendimos a evitar la hora pico dominical en los restaurantes. Bruncheamos temprano o almorzamos tarde; si no, hay que esperar mucho por una mesa y a mí no me gusta esperar.

Tan fuerte es la dependencia de la religión que, por ejemplo, una compañera mía de equipo declinó jugar en las semifinales de un torneo de tenis para no faltar al servicio religioso. Mucha gente acude a su pastor para zanjar diferencias familiares o problemas de pareja, e incluso de herencia. Esto me lo contó una amiga cuyo padre es pastor jubilado.   

La religión ocupa un lugar preponderante en la vida de la mayoría de los texanos. Ese fue uno de los primeros choques culturales que viví. Para mí, la religión es algo personal y privado. Acá la gritan a los cuatro vientos.

Tengo amigas con mucha fe religiosa, otras que ni fu ni fa y una que salió del closet y se declara atea en cada oportunidad. Cuando surge el tema, todas hablamos y nos escuchamos con respeto, aunque disintamos. Nunca intentaron convertir a las rebeldes, entre las que me incluyo. Lo mismo en cuestiones políticas, aunque es un tema que se evita bastante.

Me encantaría que todos fueran así de respetuosos. Me agota la discusión circular que no conduce a nada, el querer imponer ideas a los gritos, la agresión al que piensa distinto. Muchas veces noto que quienes agreden y gritan más fuerte luego se rasgan sus vestiduras declarando su amor a Dios. Esa hipocresía, entre otras razones, es lo que me aleja de la cualquier organización religiosa.

————–

*fuego y azufre, o sea, sufrimiento eterno en el infierno.  

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