La City es uno de los rincones londinenses que más me gusta recorrer. Es la antigua Londinium, donde se asentaron los romanos que vinieron bajo el mando de Aulo Plaucio, y luego Julio César, a mediados del siglo I. Todavía quedan huellas de esa época, como los restos de la muralla que rodeaba la ciudad o pedacitos del anfiteatro descubiertos debajo del Guildhall, la sede del gobierno de la City.
Los romanos se instalaron en ambas márgenes del río Támesis. La City, también conocida como Square Mile – la Milla Cuadrada, que es el área que cubre – está en la margen norte. Del otro lado del río, se encuentra Southwark. Aquí también hubo un asentamiento romano. En la Catedral de Southwark se exhiben objetos romanos hallados en excavaciones arqueológicas.
¿Cómo hacían para cruzar el Támesis? Se cree que el primer puente fue un pontón militar de madera que unía Southwark con Londinium. En 1931, unos obreros que estaban cavando los cimientos de un edificio en la City encontraron un pilón de madera antiguo. Tan antiguo era que resultó ser parte de ese pontón construido hacía casi dos mil años.

El pilón romano encontró un hogar permanente en la iglesia de San Magnus Mártir (Saint Magnus the Martyr). Está amurado a la base de la torre, frente a la entrada. Me enteré de esto mientras buscaba lugares para visitar en la City que todavía no conocía. Así que allí me dirigí un día lluvioso a finales de verano.
Me bajé del subterráneo en la estación Monument de las líneas District y Circle. Cuando salí a la superficie brillaba el sol. Siempre que paso, me detengo a leer las inscripciones en la base del monumento que recuerda el Gran Incendio de 1666. Es un sobrio y elegante recordatorio de la catástrofe que destruyó dos tercios de Londres: 13.200 casas, 87 iglesias, 52 salones de banquetes de distintos gremios. Curiosamente, el número oficial de víctimas del fuego es seis.
Para cuando llegué a San Magnus Mártir, a ciento veinte metros del Monument, había empezado a caer una lluvia fina.

La iglesia actual, construida entre 1671 y 1687, reemplazó al antiguo templo medieval que desapareció en el Gran Incendio. No tenia chances de salvarse, ya que estaba a menos de trescientos metros de la panadería de la calle Pudding Lane donde se cree que empezó el incendio.
Primero busqué el pilón romano y luego entré a la iglesia. Si uno no conoce la historia o no lee la placa, le va a parecer un pedazo de madera vieja y oscura. San Magnus es una típica iglesia de Sir Christopher Wren: paredes blancas; ventanas amplias; bancos, altar y retablo de madera oscura, muchas lámparas colgantes y piso de laja.
Estaba grabando un video del interior de la iglesia cuando un hombre, a quien no había visto, me pregunta:
– Have you seen the model? – no sabía a qué se refería. Además, me fastidió que arruinara el video.
Era un hombre de unos cincuentipico y estatura mediana, sin ningún rasgo sobresaliente. Si tuviera que señalarlo en, por ejemplo, una ronda de reconocimiento no podría distinguirlo. Lo único que recuerdo es que tenía puesto un piloto de gabardina, como tantos otros hombres ese día en Londres.
Me estaba preguntando si había visto la maqueta del antiguo puente de Londres. El puente original estaba alineado con la versión medieval de San Magnus Mártir. Uno de sus portales hacia las veces de puerta de entrada a Londres, al estar ubicada la iglesia en la cabeza del puente. Los registros históricos indican que hacia el año 1358, había 138 edificaciones sobre el puente, la mayoría comercios. Ese número llegó a doscientos para la época de los Tudor.

Yo realmente no tenía ganas de conversar con un desconocido en una iglesia desierta. Pero tampoco quería ser descortés, especialmente si era un guía voluntario, algo bastante común en Inglaterra. En parte por eso y en parte porque no puedo sacarme de encima las reglas de civilidad que me enseñaron, le contesté la verdad, que no.
El hombre procedió a describir cada maldito detalle de la maqueta y la historia del puente. Tenia un habla monótono y aburrido. Yo le contestaba con monosílabos, pero ni registró mi falta de interés.
Quería irme. A la vez, no quería ser maleducada con alguien que era tan amable de explicarme algo que no le pregunté. Aproveché una pausa para preguntarle si pertenencia a San Magnus.
No, para nada. Soy un aficionado a la historia medieval y vine a Londres de paseo.
Qué bronca me dio no haberle preguntado antes y haber perdido tiempo con su charla aburrida. Me despedí y me fui. Después lamenté no haberme quedado a apreciar bien el resto de la iglesia. Pero me sentía incomoda, ahí sola con ese desconocido. Seguramente era buena persona, buen padre, buen marido, buen amigo. Es imposible saberlo. Lo que no es imposible, al menos hasta que pase la pandemia, es volver a San Magnus Mártir, observar cada detalle y dejarlo plasmado en un video.