Abrí un diario de viaje al azar y salió el lunes 19 de julio de 2010 en Toronto. Llegué a conocerla basante bien entre 2009 y 2010 porque mi marido estaba trabajando para Bell Canada y yo iba y venía.
Esa vez que fui nos quedamos en un hotel en Vaughn, al norte de Toronto. Como hice en cada estadía, salí a explorar en transporte público, que es muy bueno.
Toronto no es un destino con mucha publicidad pero vale la pena visitarla. Sorprende sin estridencias, con la clásica amabilidad y el perfil bajo canadienses. Mis estadías fueron agradables, con algo nuevo para conocer o volviendo a los lugares conocidos y favoritos.

Toronto, lunes 19 de julio de 2010.
Me quedan muy pocos lugares por conocer. O casi ninguno. Se me ocurrió buscar algo para hacer en el sitio de la municipalidad de Toronto. Los lunes a las 12:15 hay un ciclo de recitales en la iglesia de Holy Trinity.
El viaje me daba un poco de fiaca, pero al final valió la pena.
Me costó encontrar la iglesia porque está escondida detrás de una plaza, rodeada de edificios y el Eaton Centre [un shopping grande]. Como llegué temprano, aproveché para recorrer la iglesia de 1847, típico ejemplar de iglesia anglicana.
Me senté en un banco contra una pared. En la primera fila de sillas de la nave, había un turista japonés que saca una foto tras otra. La señora de atrás se hartó del ruidito de la cámara, le dio un golpecito en el hombro con el programa enrollado y lo retó. El tipo guardó la cámara sin decir ni mu.
Al rato, esa misma señora golpeó en el hombro con su programa enrollado a una mujer que estaba asiento de por medio con el japonés., que también se la pasó sacando fotos. Yo me reía por lo bajo.
El recital duró 45 minutos y me gustó casi todo lo que tocaron. Para mí, lo mejor fue una canción de Verdi. Al final, todos aplaudimos mucho y soprano y la cellista salieron a saludar dos veces más.
Al salir, fue a caminar por Dundas Square e hice un poco de window shopping en Eaton Centre. Comí un pad thai horrible de dulce y volví al hotel.

